PROVOCACIÓN

No aguanté más, esperé que terminara su acto y lo confronté afuera del club obteniendo tan solo ademanes y silencios. Nada importó, hundí con fuerza la daga en la garganta del ventrílocuo.
Aún así, el maldito muñeco desde la ventana del camerino, riendo, me seguía provocando.


VANIDADES

Cuando joven, a veces, uno peca de  soberbio por obvia ignorancia, pasan los años y vamos aprendiendo, empatizando, curando, creciendo en diversos planos. Salvo el resentido, en él es muy difícil  encontrar cambios, es más, pareciera como que se refinara en sus vanidades.