No tan inmediatamente como acostumbraba, el joven titubeó un momento y realizó una pregunta. —Maestro, en el fin de nuestra vida, el alma... adónde va?.
El anciano, complacido con la curiosidad del aprendiz, lo miró tiernamente y contestó.
—Niño, en ese sublime momento en que el alma abandona el cuerpo, la esencia del ser fluye y se transfiere a quien desee aceptarla convirtiéndose en algo tan simple e intangible como los propios recuerdos —.
El joven lo acompañó hasta el último momento de su terrenal existencia, el anciano sabía que su alma estaría en buenas manos.